Rescate de los Mineros

En la semana 33 del año 2010, después de 33 días de trabajo y tras haberse detenido en 33 ocasiones, la máquina T-130 culminó con éxito la excavación a través de la cual el cerro dará a luz a 33 mineros que han concentrado la atención mundial como no sucedía desde la llegada del hombre a la luna o desde el ataque de falsa bandera de Estados Unidos contra las Torres Gemelas.

Nunca antes ni después y de ninguna Mina se podrá extraer una riqueza superior a la que esperamos ver salir esta noche (escribo esto en la tarde previa a la salida) desde la Mina San José, ni todo el Oro, ni todo el Cobre, el Carbón o el Litio, porque a estas alturas los 33 son un símbolo que representa a lo mejor de la humanidad, no sólo por su tranquilidad y cooperación que ha desafiado todos los pronósticos de los sicólogos que esperaban que se generaran roces entre ellos que nunca se produjeron, no sólo por el nivel de organización y cooperación de los mineros, no sólo porque en los momentos en los que todo el mundo se preocupaba por ellos y los veía como victimas (que por supuesto que lo son), ellos manifestaban preocupación por los que están a salvo, entregando un mensaje que hace historia “Estamos bien en el refugio los 33” y preguntando por quienes ya habían salido al momento del derrumbe, y no sólo porque siguen dándonos lecciones de vida y ejemplos de cooperación desde la oscuridad profunda a los que vivimos en la luz. Luego de todo eso y mucho más, se han transformado en un símbolo de lo mejor de la humanidad porque este accidente que ellos protagonizan, nos ha unido a todos, nos inspira a todos al punto en que nadie ha querido restarse de la posibilidad de cooperar. De todas partes del mundo han llegado recursos humanos y materiales, la coordinación preocupación y ocupación de cada uno de los detalles ha sido extrema y nos ha mostrado cómo, cuando nos unimos en torno a un fin y trabajamos al margen de los cálculos económicos y políticos, podemos alcanzar las metas más estremecedoras, conmovedoras e inspiradoras.

No pudo ni toda la codicia de los dueños de la Mina que, por explotar sin límite y sin seguridad, han puesto en riesgo (de hecho los accidentes en la mina formaban parte de la rutina de trabajo) la vida de muchos mineros. No pudo la negligencia cómplice y muy seguramente coimeada de los inspectores del Sernageomin (Servicio nacional de geología y mineria) que permitían que esta trampa mortal parmeneciera abierta a pesar de que, a parte del Oro, también se extrajeran hombres amputados. No pudo la furia del derrumbe ni las toneladas de roca quitarle la vida a estos hombres, que deben ser tipos comunes y corrientes, con vicios y virtudes como todo nosotros pero que, por encima de muchos de nosotros, en esta extrema situación han dado lo mejor que tienen y lejos de deprimirse y echarse a morir, se han apoyado y han tenido el ánimo suficiente para celebrar el Bicentenario bajo tierra, cantar un himno patrio que nunca sonó más fuerte y bello, seguir echando tallas y riéndose como no se ríen ni los que lo tienen todo y caminan libres por la superficie.

Si pudo la solidaridad, el profesionalismo, la entrega, el amor por el otro de quienes han cooperado gratuitamente, llevando comida, mensajes, peregrinando al lugar para decir “presente”, poniendo su tiempo, sus manos, sus conocimientos, su trabajo a disposición de la obra más bella del Bicentenario.

Según los expertos en un informe entregado a la Moneda, las posibilidades de encontrarlos con vida eran de, apenas, un 2%, según los familiares las posibilidades de encontrarlos con vida siempre fueron de un 100%. Según el equipo de sicólogos a cargo del estado mental de los mineros, debíamos esperar episodios de depresión aguda y conflictos entre los 33, según las cámaras que grababan y graban aún las actividades de los mineros, el apoyo constante entre ellos ha mostrado un equipo humano excelentemente de buen ánimo y muy bien coordinado, sin miedo a las cámaras y con una alegría que nos hacía olvidar a ratos que estamos frente a un drama, para hacernos sentir que estamos frente a una comedia televisada, un verdadero reality show.

Pero así como hubo expertos que erraron en todos sus pronósticos, también hay expertos que han acertado de la manera más espectacular, trabajando sin cesar con sondajes minúsculos (9 centímetros de diámetro) para encontrar el lugar preciso en el cual, a 700 metros bajo tierra, se encontraron a los mineros. La tarea parecía imposible porque los mapas de la mina no fueron nunca confiables y hubo que escanear la roca, redirigir los sondajes y alcanzar después de 17 días de trabajo incansable un lugar que ninguno de nosotros conoce y que, sin embargo, ninguno de nosotros podrá  olvidar. Ese domingo en el que supimos que estaban todos juntos y vivos, algo cambió en todos los que valoramos y amamos la vida. Yo era uno de los que creía muy difícil que hallaran a alguno de los mineros vivos porque era buscar, virtualmente, una aguja en un inmenso pajar, pero esa aguja se halló y hoy, a unas horas de verlos salir, la felicidad y la emoción que siento, debe ser una de las más fuertes que he sentido.

Ahora que sabemos que podemos unirnos en torno a un drama y transformarlo en una esperanza, ninguno de los que lo sentimos y nos importa es el mismo chileno que antes de la tragedia. Ellos tampoco serán los mismos.